Autor: Federico Andahazi
Editorial: Planeta
Impreso en: España
Ediciones hasta la fecha: Primera Edición, septiembre 2007
Páginas: 315, 23x15cm.

El autor, Federico Andahazi, nos expone una obra que mezcla la novela histórica con la de ficción. La frase que subtitula el libro; Un azteca descubre Europa antes del viaje de Colón; ya nos lo dice todo. Quetza, el protagonista, un azteca culto y avanzado para su tiempo, por razones que no voy a desvelar aquí es rechazado por su sociedad, y obtiene la redención personal circunnavegando el globo por primera vez en la Historia, navegando hacia el Oriente, y regresando a los dominios mexicas por la costa del Pacífico. Queda así modificado el curso de la Historia que conocemos hoy, ya que Quetza logra descubrir Europa, el Mediterráneo, Asia y Oceanía en su larga travesía. Él y su pequeño séquito de mexicas y huastecas entran en contacto con los europeos y con sus avances tecnológicos, así como sus costumbres. Conoce en España a un audaz navegante llamado Cristóbal Colón que ronda habitualmente la C

Nacido seguramente a remolque del huracán mediático creado por la película "Apocalypto" (Mel Gibson, 2006), el planteamiento del libro es fascinante, y desde luego daría para escribir tropecientos volúmenes si esa fuera la intención. Pero tengo que señalar que el notable efecto de inmersión en el mundo azteca que consigue Andahazi con los primeros capítulos se ve diluido en el ir y venir de las páginas siguientes. Se percibe un poco de "relleno" en la novela, una palpable falta de estructuración coherente -ya sabemos, los típicos inicio, nudo y desenlace- y desde luego el final se esfuma en cinco páginas. El resultado final es una historia con mucha riqueza e ilusión en sus comienzos, un poco de tensión un tanto artificial en su ecuador, y una ligera decepción en el final. (a la der.: Federico Andahazi)
Eso en cuanto al aspecto técnico del libro. Si hablamos del contenido en lugar del contenedor deberíamos destacar negativamente algunas incoherencias y excesos que el autor se podría haber dejado en el tintero. Están repartidas por todo el libro, desde el título hasta el último capítulo. Por ejemplo, ¿por qué Andahazi titula este libro como El Conquistador, si quiere que veamos a Quetza como un descubridor objetivo y conservacionista? ¿Es que la palabra "descubridor" no tiene tanto tirón comercial? Otro ejemplo: que los aztecas se horrorizasen ante los herejes quemados en las hogueras de la Santa Inquisición y de que los sacerdotes cristianos simbolizasen beber la "sangre de Cristo" en sus rituales religiosos, cuando es bien conocido que las culturas mesoamericanas tenían por algo común y corriente los sacrificios humanos con fines religiosos. Por muy avanzado y "civilizado" que fuese nuestro protagonista, estas cosas no deberían causarle un espanto tan remarcado. Por otra parte, el cruce en pleno Océano Atlántico con un drakkar vikingo es, como poco, estridente. Y el mero hecho de que Quetza, sin brújula, consiguiese llegar desde el Caribe hasta Huelva usando simplemente los astros como guía es pecar de optimista. Esto, claro, si no hacemos caso de las teorías que afirman que los Olmecas ya tenían una especie de brújula de magnetita allá por el 1000 a.C.
Pero bueno, no todo van a ser puntos negativos, sino no habría recomendado este libro. Podemos encontrarnos en El Conquistador un bello y rico retrato de la sociedad azteca prehispánica con todo lujo de detalles, así como de sus ciudades y situación política. Se toca profundamente el tema de quiénes fueron los salvajes en la conquista de América, si los indígenas o los europeos, y se describe a la perfección una civilización que, si bien poseía avanzados conocimientos en filosofía, matemáticas y astronomía, adolecía de exactamente los mismos defectos que la occidental: avaricia, hipocresía, cinismo y desigualdad entre clases. Nos sirve esta novela para conocer un poco mejor a los grandes olvidados de la Historia americana, para interesarnos por estas culturas que aún siguen vivas, aunque no tengan -todavía- la debida representación política en sus respectivos países, y para aprender a distinguir entre las excelentes, las buenas y las mediocres novelas históricas.
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