lunes, 27 de abril de 2009

De cuando estuve en La Habana (4ª Parte)

(Ver la 1ª Parte, ver la 2ª Parte, ver la 3ª Parte)


Hace unos días estuve hablando con un amigo sobre estas entradas en las que describo mi paso por Cuba, y me preguntaba si en toda mi estancia en la isla no me había ido a ninguna fiesta, ya que el país es conocido, además de por otras cosas, por ser manantial inagotable de diversión.

Pues bien, siguiendo el orden más o menos cronológico de mi estadía, al tercer día se me terminaba la reserva en el Hotel Plaza. La noche anterior Guillermo y Felipe me habían presentado a Rodrigo, un estudiante de medicina mexicano, que junto a unos compañeros y un profesor pasaban unos días en La Habana asistiendo a unas jornadas sobre medicina que se daban en el Capitolio. Tuve la suerte de poder trabar amistad con él, y tener la oportunidad de departir en algunas ocasiones con un no-cubano sobre todo lo que estaba conociendo. Recuerdo con mucho agrado aquella noche en la terraza del Hotel Inglaterra, muy cerquita del Plaza, conversando con él, algunos de sus compañeros y su profesor compartiendo unas cervezas. Eso fue justo a la vuelta de que Guillermo y Felipe nos hubiesen llevado a conocer La Casa de la Música, un conocidísimo local de música cubana en la avenida Galiano, entre las calles Neptuno y Concordia, donde antiguamente estaba uno de los más famosos cines: El Jigüe. Había tocado aquella noche el que se decía era el mejor grupo contemporáneo de Cuba: Bamboleo. (foto 1: de izq. a der.: Guillermo, Felipe y Rodrigo en La Casa de la Música. / foto 2: momento de la actuación de Bamboleo)

Al día siguiente, el último en el hotel, aproveché al máximo el desayuno buffet, me puse hasta arriba de frutas, de hojaldres y de zumos naturales, y guardé un par de panecillos dulces en la mochila -nunca se sabe- mientras ojeaba unos planos de la zona donde estaba la que sería mi futura residencia por el resto de mi estancia, el barrio de Centro Habana. Tal y como había acordado con Guillermo, el último día de hotel llevaría mis cosas a su casa para quedarme. Fui a recogerlo todo a mi habitación, le eché el último vistazo a lo que serían las comodidades del mundo occidental -aire acondicionado, sábanas de algodón, una televisión por satélite que nunca llegué a usar, y un gran cuarto de baño revestido de impolutos azulejos blancos- y me aseguré de que ni el visado ni el pasaporte se me quedasen en la mini-caja fuerte del armario. Bajé a recepción para hacer los trámites de finalización de residencia, y me despedí de Frank, uno de los custodios del hotel, un joven negrito muy hablador con quien había tomado confianza. En el lobby del hotel compré algunas postales de la ciudad, escribí y las envié allí mismo, me conecté a internet, envié un par de correos, y salí del agradable y fresco Hotel Plaza al calor, la humedad y el olor a tráfico de las principales calles de la Habana Vieja destino a un número en la Avenida Zanja, Centro Habana.

Al llegar a casa de Guillermo inmediatamente me mandaron pasar, era viernes y estaban preparándolo todo para una fiesta. Creo recordar que era un ebbó, una fiesta-ritual relacionada con la santería de la religión afrocubana. Sacrificaban dos gallinas en honor a sus dioses, orishás y demás, y la anfitriona de la fiesta -una tía de Guillermo- invitaba a carne asada, dulces, cerveza y ron. Ella había estado ofrecida, había vestido totalmente de blanco durante varios meses -pude ver a mucha gente así por Centro Habana- y ataviada con adornos de cuentas amarillas, rojas y verdes muy brillantes para purificar su cuerpo y su espíritu, para resolver problemas de salud, estabilidad espiritual y cosas de esa índole, y ahora recuperaba su status de creyente normal y lo celebraba con aquella multitudinaria fiesta. Y digo multitudinaria, porque si en aquella casa ya vivía mucha gente, ya que era un antiguo edificio de tres pisos ahora completamente dividido en las viviendas de tíos, primos, hermanos, y el resto de la familia, durante la tarde-noche de la fiesta aquello se abarrotó de otros familiares, vecinos e incluso transeúntes que se apuntaban a la música, la comida, la bebida y el baile, ya que según la tradición, no se le puede negar alimento o bebida a nadie que entre en la casa durante la fiesta. (foto 3: la madre de Guillermo y la anfitriona de la fiesta mandando a una de las gallinas a la cazuela)

En una de las habitaciones de estar se colocó una especie de altar con representaciones de los dioses y diosas de la religión afrocubana rodeados de telas de colores, velas, luces y flores, y delante, en ofrenda para ellos y para los invitados, empanadillas, frituras, las dos gallinas asadas, varias clases de pasteles y dulces y una enorme tarta. También había objetos que tenían una representación religiosa, como unos trocitos de coco, que representaban al oráculo biagué, un plato con monedas y billetes, una campanilla, y unas maracas. La tradición dice que cada persona, como agradecimiento a la fiesta, debe dar dos sacudidas a las maracas, poner la voluntad en el platito del dinero, y tocar la campanilla, para que los orishás le otorguen salud, dinero y buena fortuna al anfitrión. Un vecino que solía encargarse de ello trajo un aparato de música con unos altavoces gigantescos que instaló en el patio interior de la casa, y enseguida empezó a tronar el reggaetón. Corrió el ron, y nos dieron unos vasitos de plástico llenos de la famosísima caldosa, también llamado ajiáco, un caldo cocido que ejemplifica la enorme y heterogénea mezcla de culturas cubana. Consiste en una mezcla cocida de viandas de las indiadas (boniato, malanga, maíz, patatas, yuca, etc.), con carne de vaca y de pollo, lacón y cecinas traídas por los españoles, guineas, plátanos y ñames de la cocina africana, y buena cantidad de especias orientales. A mí me supo a algo muy, muy parecido al típico plato de callos, pero un poco más especiado. (foto 4: Felipe y algunos de los chavales delante del altar santero. / foto 5: de izq. a der.: Aimée, la anfitriona y yo)

Por allí estaban Rodrigo y algunos amigos y amigas, que también habían sido invitados, estaba Ramsés, Guillermo, su novia Aimée, Felipe, la madre de Guillermo, su hermano Jordan, primos y primas, y muchísimas personas que no había visto -ni vería en los sucesivos días- pero que algo tenían que ver con todo aquello. Y niños, muchísimos niños corriendo y bailando por todas partes. Yo había estado caminando todo el día por la Habana Vieja, había llegado hasta el Vedado, y aún no me había habituado al calor del país, con lo que a eso de las tres de la mañana, y ayudado por la cerveza tropical, me empezó a invadir un sueño pesadísimo. Como no me habían todavía acomodado una cama, me dijeron que de momento iba a dormir en el cuarto de Javier "el negrón", un primo mayor de Guillermo, gran ajedrecista y muy aficionado al fútbol inglés, que esa noche se iba a dormir a casa de su "jevita". Las paredes eran de chapa de aglomerado, y estaba justo al lado de toda la santería y de toda la fiesta. En más de un momento creí que se me iban a caer dentro de la habitación decenas de cubanos y cubanas embriagados por el ron. Los tableros se bambolearon, pero afortunadamente aguantaron. Ya pasada una hora de acostarme, como a las cuatro, entró Guillermo medio "cocido" por los tetrabriks de ron blanco, y me trajo un plato enorme lleno a rebosar de cerdo con arroz, ya que estaban repartiendo un poco de comida para la gente. Le insistí que ya había cenado, que no podía más, pero es imposible convencer a un cubano enardecido por el ron, el reggaetón y la comida de una calurosa noche de fiesta santera. Quedó comprobado. ¿Fiesta en Cuba? Haberla, haila... (foto 5: yo echándole un trago a la lata de Bucanero. Cerveza + calor tropical = sueño)

2 comentarios:

Snake dijo...

Hola chiquillo!! No creas que no le hago caso a tus estupendas publicaciones, lo que sucede es que no me arranco en los comentarios, pero siempre que puedo te hago una visitilla.
Estos reportajes sobre tu viaje a la Habana me parecen muy interesantes, me encanta lo de las fiestas esas, tan raciales, tan extrañamente religiosas y mágicas, que guay, me hubiese gustado estar alli.
Un saludo, y haber si nos vemos más a menudo. Bicos.

RifRocKerZ dijo...

Camara nova basicamente. Cantas entregas caribeñas nos esperan???