Por otra parte, y según iba pasando el tiempo -sobre todo cuando se me terminó la reserva de tres días en el confortable Hotel Plaza, en pleno corazón de la Habana Vieja- me fui dando cuenta de que, tal y como yo deseaba, iba a descubrir una Habana diferente a la que conoce el turista común. Puede que gracias a viajar solo me topé el primer mediodía, en los alrededores de la iglesia del Sagrado Corazón, junto a la sede de la Gran Logia de Cuba, con tres jóvenes cubanos, cuyos nombres no pondré aquí para salvaguardar su identidad, ya que por seguridad del turista, primera fuente de ingresos del país, no les está permitido tratar a extranjeros sin permiso especial. Los tres eran residentes en el clásico barrio centrohabanero de Cayo Hueso, distrito humilde y obrero de la capital cubana, mayoritariamente negro. Durante el mes que estuve en Cuba me acompañaron, en sus horas libres de trabajo, a todos los rincones ocultos de esta magnífica ciudad, y me ofrecieron desde el primer día techo y comida, que no dudé en aceptar. Me enseñaron todos los truquitos con los que los cubanos avispados timan a los pepes (españoles) y a los yumas (norteamericanos, y extranjeros turistas en general), el truco del mojito, el del cambio de moneda, el del botero (taxista clandestino) que se hace el desconocido y te cobra una salsa que luego se reparten a medias, y un sinfín más. Me enseñaron también cuánto debía pagar por cada cosa cuando fuera solo, ya que en La Habana son muy dados a exagerar los precios por ofrecer un servicio como un bicitaxi -peculiar medio de transporte del que hablaré en otra ocasión-, o venderte una cerveza si saben que eres turista -lo saben-, cosas como cuánto ofrecer como propina a la señora que cuida de un aseo público, o cómo escabullirse de los famosos jineteros, cubanos que se dedican exclusivamente a asediar a turistas ofreciendo tratos y servicios que siem
pre resultan en un fraude. Incluso, con el tiempo, llegué a trabar amistad con algunos de ellos en el bar Al Paso, donde se reunían al final de la jornada para contarse sus cuitas. La mayoría eran simples jineteros de a pie, pero también había conductores de bicitaxi -justo enfrente del bar hay una parada-, boteros, o incluso chóferes de carruajes. La cantidad de anécdotas y situaciones en las que me vi envuelto es de lo más variada, desde tener que librarnos de patrullas y controles de policía saliendo al paso de sus desconfiadas preguntas contándoles que era estudiante de intercambio, hasta escenas casi de película de espías, llevando a la embajada de España el pasaporte y documentos personales de algún desgraciado -y timado- pepe al que unos jineteros conocidos le habían levantado el equipaje nada más llegar. Eso sí, pude comprobar en esa ocasión la gratitud de los timadores habaneros, ya que como agradecimiento, al volver de la embajada me regalaron una espléndida botella de ron Havana Club 7 Años y una suculenta cena consistente en un tremendo pollo frito. (foto 3: escena habitual en las calles de Centro Habana.) (foto 4: avda. Salvador Allende, a la izquierda, de color ocre, la sede de la Gran Logia en Cuba, y al fondo, el campanario de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús.)
Pero bueno, de las delicias de la comida cubana que pude disfrutar y de muchísimas otras cosas que descubrí de este gran país, hablaré en próximas entradas, para que todos y todas podáis conocer un poquito más la realidad cubana, que no es, ni mucho menos, tal y como la pintan ni sus fanáticos admiradores ni sus enemigos más acérrimos. Tuve la fortuna de poder descubrirla de primera mano, sin horarios, sin hoteles, sin guías turísticos, y sin una billetera con más de lo imprescindible, sólo con una mochila, cuatro mudas de ropa y una cutre cámara de fotos.
4 comentarios:
las fotos me encantan.. y bueno que decir del relato.. jaja si parece k estuve cntg en el avion y todo!!
me encantan esos detalles minuciosos con k describes lo k viste!
;) un saludo y un beso!
Venga, sigue, sigue.
Como lo leí al revés, vivi la historia a la inversa, no importa fue placentera. Me encantan todos los detalles que muestra tu Cuba, que es la mía pero diferente. Gracias por estas anécdotas juglarescas, cuando vuelvas te prometo más de Cuba, ya no seras un "pepe" ya casi eres de aquí.
PD: La escultura del Che está emplazada en el Ministerio del Interior.
Maite
Me alegro que te guste.
No sé qué falló en mi memoria para confundir el MinREX con el Ministerio de Interior, pero agradezco tu percepción. Ya está corregido.
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