martes, 10 de marzo de 2009

Viñetas de una época

Muy posiblemente; mi generación, la del ´82 -aquella en la que Naranjito hizo de las suyas en el Mundial de Fútbol- sea de las últimas que se empaparon de las historias e historietas del universo del cómic, tan en boga en aquellos años. Los niños y niñas que vinieron al mundo en años sucesivos ya tuvieron otras opciones de entretenimiento más llamativas -y por qué no decirlo, más cómodas- que el gastar horas y horas pasando las páginas de esos cómics ya releídos mil veces, pero todavía interesantes. Más adelante, concretamente a lo largo de los años ´90, llegarían a la masa las nuevas tecnologías de ocio, pero por entonces la máxima expresión doméstica en videojuegos eran consolas como la Atari 2600 -que aún conservo en perfecto estado desde 1987-, cuya CPU no corría a más de 1.19MHz -unas 2.500 veces menos que un ordenador medio de hoy día, y unas 600 veces inferior a la archiconocida Nintendo Wii- y tan sólo mostraba 4 colores en pantalla, aunque tampoco hacía falta más, porque la primera vez que la usé fue en una televisión en blanco y negro. Su más aclamado título fue el grandioso Space Invaders, el tan imitado juego de matar marcianitos voladores, así que podéis imaginaros el "nivel" de entonces. (foto 1: Videoconsola Atari 2600, más un joystick).

Pero bueno, de videojuegos ya hablaremos en otra ocasión. Hoy el tema principal son los cómics, tebeos y revistas de humor que, por entonces, estaban a la venta en cualquier kiosko, en cualquier librería o papelería, y de los que había un sinfín de ediciones y títulos, y lo que es mejor, se vendían todos. Hoy día vivimos tiempos en los que el cómic prácticamente es un objeto de culto, cuyos aficionados tienen que conseguirlos en tiendas especializadas, por correo o por internet. El mundo del cómic se acabó transformando en una industria dedicada a un hobby o una afición -con cada vez menos adeptos, por cierto-, cuando en tiempos fue un producto de uso cotidiano. Yo todavía conservo el 99% de todos aquellos que cayeron en mis manos, de una u otra manera. Me acuerdo cuando había que ir a por dinero al banco -porque entonces no había un cajero automático en cada esquina-, y de paso se hacían las compras, los recados, y muchas veces "caía" algún tebeo si te portabas bien, o si había en el fondo del monedero de papá o mamá aquellas 100 o 150 pesetas que solían costar (algunos incluso 300pts.). La verdad, costaba elegir dada la enorme variedad de oferta que había, la inmensa mayoría en ediciones económicas, encuadernados a la americana -con goma por el lomo-, y muchas veces con dos simples -y finísimas- grapas. Claro, aquellas encuadernaciones tan frágiles, en manos de unos niños, eran muy fáciles de estropear, aún incluso cuando antes los chavales éramos bastante más cuidadosos que los de hoy en día.

De muy, muy pequeño comencé a hacerme asiduo de los cómics. Con 3 o 4 años ya manoseaba algunos, y aunque no supiera leer, me imbuía en las ilustraciones de las viñetas y alcanzaba a comprender bastantes historias. Recuerdo que la primera colección con la que me fui haciendo fue una edición quincenal de Yo, Donald (Ed. Montena), donde aparecían infinidad de personajes de la factoría Walt Disney, como las historietas del Pato Donald y sus Tres Sobrinos, el famoso Tío Gilito, el ratón Miki y Pluto, Goofy -y su alter ego "SuperGoofy"-, etc. A raíz de estos cómics, descubrí otra edición, más pequeña, llamada Don Miki, también editado por Montena, de periodicidad semanal, con historietas más largas y elaboradas de los mismos personajes de Disney, así como la revista Goofy (sólo historietas de Miki y Goofy), mensual, y editada por Primavera. También compraba algunas veces la revista infantil Pumby (Ed. Valenciana), Bip-Bip el Extraterrestre (Ediciones Gaviota), y unos finísimos cómics a tamaño cuartilla y de bastante menos calidad técnica, sobre Popeye el Marino, y el Gato Félix, ambos editados por Ed. New Comic, y sin olvidar algunos sobre aquella serie de Tv que emitía la Primera de RTVE, llamada Los Aurones. (foto 2: portada de un número de Yo, Donald).

Al ir creciendo, y con el tiempo, fui descubriendo otros cómics más "maduros". Eran los tiempos de Ediciones Zinco, con sus sagas de Masters del Universo (He-man, Skeletor y compañia), de Superman -y de Wonderwoman- o su elaboradísima Legión de Super-Héroes, incluso una miniserie de minicómics que venían con los muñequitos Madelman 2050, editados por Exin-Lines Bros. y titulados "La Invasión de los Zarkons". En aquella vorágine de superhéroes norteamericanos también había que contar con las múltiples colecciones de la grandiosa editorial Comics Fórum, que traía por entonces gran cantidad de títulos de la Marvel Comics, como Los Invasores, Excalibur, La Cosa o Los Cuatro Fantásticos. También me dejaron por entonces un buen sabor de boca los cómics de Batman y de Spiderman -incluso Superman otra vez-, y hasta de La Guerra de las Galaxias, todos ellos de Cómics Bruguera, la famosa editorial que triunfaría con el cómic de producción nacional. Aún recuerdo aquel titular de portada, que decía así: "Tiempo: El futuro. Lugar: El hogar de Superman. Ocasión: Su cumpleaños. Artista invitada: ¡La Muerte!". (foto 3: personajes de la saga Masters del Universo. / foto 4: portada de un número de Superman de Ediciones Zinco).


Ya un poco más mayorcito cayeron en mis manos, heredados de mi hermano César (el responsable de Nothing Ever Happens 2) una colección completa original de finales de los ´70 del clásico de clásicos Roberto Alcázar y Pedrín, y otra de Nuevas Aventuras de Mazinger-Z, El Robot de las Estrellas (ambas de Editora Valenciana), que no tardé en devorar, así como otras historias tales como Supersonic Man, de la serie Colosos del Cómic (editado por Almena Films S.A.), personaje protagonista de un -digno- intento de traer al cine nacional (Juan Piquer Simón, 1979) y con el mismo nombre, a los super-héroes de la sci-fi de corte anglosajón. También tengo que destacar entre esta enorme y nueva remesa aquellos cómics de la creación francesa Spirou Ardilla (Editora Mundis), llamada "la publicación exclusiva para jóvenes de 5 a 100 años", que contenía las entrañables historias de Bill y Bolita, Agente 212, Jerry Spring, los geniales Blabladedos, Sam o Gastón. Otro de los grandes tesoros encontrados fueron algunos números de una colección denominada Joyas Literarias Juveniles, editada por Bruguera -una vez más- con títulos llevados al cómic de autores como Julio Verne, Enrique Sienkiewicz, etc. (foto 5: portada de un número de Roberto Alcázar y Pedrín. / foto 6: portada de la revista de cómics Spirou Ardilla).

Pero mientras mi colección personal del mundo del cómic había aumentado de manera exponencial gracias a aquella ingente herencia llegada de Santiago de Compostela, yo seguía comprando cómic, sobre todo cómic nacional. Era el boom de Paco Ibáñez y de Escobar, de los tomos de Super Humor (Ed. Bruguera/Ediciones B) y de la Colección Olé, auténticos contenedores de las alocadas historietas de Mortadelo y Filemón, las travesuras de Zipi y Zape, el hambriento Carpanta y su añorado pollo asado, las dementes historias de Rompetechos, de las vivencias del Botones Sacarino, las Hermanas Gilda, y cómo no, el increíble 13, Rue del Percebe, que con sólo una página -concretamente la contraportada- era mi preferido. Curiosamente, años después serviría de inspiración para series de Tv como Aquí no hay quien viva. También me hice muy aficionado al legendario cómic nacional TBO (yo ya lo cogí con Ediciones B) uno de los más antiguos y prestigiosos del mundo (sus comienzos datan allá por 1917), donde cada ejemplar contenía más variedad de personajes e historias que ningún otro conocido, y excelentes secciones como "Los Inventos de TBO", donde en cada número imaginativas y demenciales máquinas eran explicadas y diseccionadas mediante delirantes planos. También me hice con algunos números del loco super-héroe nacional SuperLópez (Ed. Bruguera), aunque no fue tanto de mi agrado como TBO. También quiero recordar a la revista Guai! (Ediciones Junior/Grupo Grijalbo), de la cual conservo algunos números, y que también era bastante completa, con historietas de Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión, sin empleo, Lucky Luke, o fragmentos de historias de los mismísimos Astérix y Obélix. (foto 7: portada de uno de los tomos de Super Humor. / foto 8: portada antigua de un TBO).

Porque si hay un cómic por excelencia dentro de mis preferencias, éste es Astérix y Obélix (Grijalbo/Dargaud), de los geniales Goscinny y Uderzo. Todavía recuerdo aquella colección de siete gruesos volúmenes azules que había en la biblioteca del colegio, que recopilaban todas las aventuras de los dos galos más irreductibles de toda la Galia. La diversidad de sus situaciones, la inmensa cantidad de personajes, el empleo de diferentes caracteres dependiendo de si habla un galo, un griego o un egipcio, y la adaptación cómica de inventos modernos a la época de oro del Imperio Romano es delirante. Aunque puede que alguien le haga sombra a este par de personajes, y no es otro que Tintín. El personaje ideado por Hergé, sin apasionarme tanto, es digno de admiración, su argumento, sus historias, siempre entrelazadas unas con otras, el detallismo fiel en cada viñeta, sus colores, y sobre todo, el recorrido alrededor del mundo siguiendo sus aventuras; casi siempre involuntarias; son su mejor aval. Éstas son dos colecciones que me gustaría tener completas alguna vez en mi vida. (foto 9: portada del primer cómic de la saga Astérix. / foto 10: ilustración de uno de los cómics de Tintín).

No puedo terminar esta -larga- entrada sin mencionar a la que fue mi serie de animación favorita de la televisión, Dragon Ball Z, ya que sus cómics, en blanco y negro, publicados bajo el sello de Planeta de Agostini, fueron de los últimos que compré "en masa", allá mediados los años ´90. Siendo objetivo, la calidad de aquel cómic era bastante mala, aunque no mucho peor que la serie de Tv. Lo que hizo grande a Dragon Ball Z fue su enorme argumento. Dentro de la simple trama de héroes y villanos, su guión, la facilidad con que Akira Toriyama dibujaba -por dentro y por fuera- a infinidad de personajes y situaciones, el verlos crecer a lo largo de los años, o el incluir guiños a otras series suyas como Dr. Slump no tenía precio. Este artista japonés supo tomar lo bueno y original del mundo del cómic y adaptarlo a la televisión durante bastante más de una década. (foto 11: una de las páginas del cómic español de Dragon Ball Z).

Más adelante, ya casi en nuestros días, los videojuegos -sustituto natural del cómic entre los jóvenes- se alimentó de historias y personajes sacadas directamente del mundo del cómic. Hoy vivimos en el cine un resurgir casi indigesto de super-héroes sacados de la factoría Marvel, incluso se llevan al celuloide -con más pena que gloria- personajes del cómic nacional como Mortadelo y Filemón. Pero en cambio el cómic ya nunca va a tener aquella época dorada de finales de los setenta, la década de los ochenta y comienzos de los noventa. Ahora los chavales prefieren clavar sus ojos en pantallas de plasma -una vez los clavaron en haces de luz catódica- antes que molestarse en pasar las páginas a un raído cómic cuya portada y contraportada se perdieron en la noche de los tiempos.

P.D.: gracias a toda la Embaixada Prusiana y a su fanzine Despregable (en su número 20) por introducir ese artículo-resumen sobre el cómic en 2008, que hizo que recordase todos los tebeos que leí -y los que aún me quedan por leer-, y que desembocó en esta tremebundamente larga entrada.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Alucino con el repaso que le has dado a los últimos veintitantos años del cómic. Me has traído recuerdos que ni me imaginaba que aún tenía. :-)

No mencionas, sin embargo, una serie que a mi siempre me ha encantado, y que, desafortunadamente, es muy difícil de encontrar en castellano. Me refiero a las aventuras de Yoko Tsuno, heroína franco-japonesa que siempre se desenvolvía en un mundo supertecnológico y de corte futurista, pero situado en el presente. La Wikipedia habla de ella, e incluso hay una página oficial. Según creo, se tradujeron al castellano pocos números, aunque en francés hay muchos más.
Yo tenía unos cuantos. ¿No te suena de verlos por ahí?

gary tormento dijo...

Entrada cojonuda. Que recuerdos...
El otro día precisamente estaba buscando un tomo de "Novelas Gráficas", de esas con historias de Dickens, Verne, Dumas, Emilio Salgari...(que por cierto no encontré), a mi siempre me volvieron loco, otros comics que solía leer eran "El Guerrero del antifaz", "Capitan Trueno", y sobretodo "La espada salvaje de Conan el Barbaro". Pero es que yo soy de una década anterior, y ya de cañijo flipaba con cualquier portada garabateada en color. ¡Ah, me olvidaba de "El Fantasma Enmascarado"!...joder..

Un Abrazo

Anónimo dijo...

De nada home, de hacerlo se encarga siempre Newra (ramón)...
que grade pedrín... yo me leia de todo, pero de pequeño lo que mas me flipaban tb eran las novelas ilustradas de verne y salgari, tremendas!!!
y yo tenía una atari 2800, la única consola que tuve!!!, y no te lo pierdas, aun funciona!!!

Anónimo dijo...

mmm... que puedo decir...


SORPRESAAAA!!! jajaja

bueno.. en primer lugar no deberías de hablar así de las generaciones posteriores a la tuya!! mamón!! jaja

más que nada pq siendo yo del 85 soy quien te va a dejar la colección de Mortadelo y Filemón enterita.. ( y me lo estoy pensando) xD

si tienes razón.. ahora hay demasiada tecnología como para sumergirse en un libro, cómic.. y tambien hablo por mi está claro, aunque yo, con mi master system era la más feliz del mundo!!! Cuando pasé la fase verde del Alex kid me creí invencible.. aunque del 1º castillo no pasase nunca.. jajajaja

bueno!! y te acuerdas del pequeño pais?¿ el tebeo aquel!! a mi m eencantaba Leo Verdura!! el leon vegetariano! jajaja y 13, Rue del Percebe me chiflaba!

ains!

k recuerdos! pues tengo algo de tintin en gallego colega!! ya te lo pasare tb!

P.D- si te portas bien ;)

moitos bikos